· La pieza musical es :The suburbs de Arcade
Fire
en Momentos de una vida (Boyhood)
El tema que abría y daba nombre
al tercer disco del grupo Arcade Fire vuelve a las metáforas potentes que tanto les gustan.. En este
caso la imagen impactante: unos suburbios urbanos se puebla de un imaginario lleno de nostalgia. La banda canadiense utiliza la zona más inhóspita de nuestras
urbes contemporáneas, esa que ni cuenta con los beneficios de la gran ciudad ni
de un pueblo pequeño, para realizar una nueva metáfora sobre la falta de
sentido de la vida.
El
tema habla en pasado sobre la juventud o infancia y la pérdida de la inocencia
(“aprendí a conducir en los suburbios y me dijiste que nunca seríamos capaces
de sobrevivir”) y como tal no puede ser mejor carta de presentación: un paso de
la lucha en el extrarradio a la lucha “en los suburbios del mundo”, pero que no
terminará sino con más grandes decepciones, tanto en lo laboral, como en lo
personal o incluso en lo artístico. Win
Butler rememora, sin embargo, aquella adolescencia olvidada con una base
rítmica de lo más optimista. Por cierto, hay quien nota que su estructura
recuerda de forma evidente a uno de los temas compuestos por Ennio Morricone
para la banda sonora de “Hasta que llegó su hora”, titulado “Farewell To
Cheyenne”¿Casualidad o inspiración directa?
Boyhood
_Momentos de una vida en España_ es una película estadounidense dirigida por
Richard Linklater y protagonizada por Patricia Arquette, Ellar Coltrane,
Lorelei Linklater y Ethan Hawke. La filmación de la película comenzó en el
verano de 2002 en Houston, Texas y finalizó en agosto de 2013. Linklater se
propuso grabar al mismo grupo de actores, dos niños y dos adultos, durante tres
o cuatro días cada año. 39 en total. Y verles crecer ante la pantalla, un hecho
que por sí mismo ya es fascinante. El resultado es una colección de episodios
de la vida de Mason, un niño entre los 6 y los 18 años y su inestable familia.
De
ahí proviene la naturalidad y el realismo que exhala esta película y que
también pueden encontrarse en la obsesión de este director por capturar el
tiempo cinematográfico y el propio pasado en el rostro mismo de los personajes.
En otros trabajos previos suyos, la trilogía compuesta por "Antes del
amanecer", "Antes del atardecer" y "Antes de la
medianoche", retoma la historia de una misma pareja en tres momentos
sucesivos y distantes en el tiempo _juventud, madurez y plenitud, y ya se
reconoce ese sincero y casi
obsesivo afán por capturar un trozo de vida y ponérnoslo delante de los ojos.
En cierta manera, esta película habla de un tiempo anterior.
La
película cuenta la historia de una vida y de sus cambios y juega con el tiempo, que
a medida que transcurre la película, también transcurre tanto dentro como fuera de
pantalla.
El
resultado es un apabullante retrato de esa edad concreta entre la infancia y la
juventud pero que no está entendida como la adolescencia como una época de
crisis o de transición entre la infancia y la edad adulta sino como una época
específica en sí misma. No existe término en español que así la defina como ese
momento singular de la vida en que se forma el carácter y se fija la
personalidad y a la que se vuelve en la búsqueda de los territorios de la identidad
como en la canción comentada. Me temo que en inglés el mismo término Boyhood,
en tanto que opuesto a childhood o adulthood, tampoco es un término de uso
frecuente frente al despectivo uso del más frecuente teenager.
No
hay nada especialmente excepcional en la vida de Mason. Recurriendo al título
de una película de Bertrand Tavernier, Boyhood trata
de La vida y nada más… o nada menos. Así que en
esa cotidianidad, del paso del tiempo, encuentros y desencuentros va ocurriendo lo extraordinario, sorprendiéndonos
de la manera en la que nos podemos llegar a identificar en más de uno de sus
pasajes. Los momentos de una vida aparentemente comunes y mundanos que nos
conducen al revivirlos a reconocernos como nosotros mismos.
Una
década poblada de cambios, mudanzas y controversias, relaciones que se
tambalean, bodas, diferentes colegios, primeros amores, primeras desilusiones,
momentos maravillosos, momentos de miedo y una constante mezcla de desgarro y
de sorpresa. Los resultados son totalmente impredecibles, ya que cada momento
lleva a otro, uniéndose en la profunda experiencia personal que nos forma
mientras crecemos y nos acoplamos a la siempre cambiante naturaleza de nuestra
vida. Todos reunidos, adquieren una trascendencia atronadora, especialmente
para los nacidos en la década de los años 80. Ya que la cinta está repleta de
referencias históricas y culturales que permiten que se sepa siempre en qúe
momento de la historia se encuentran desde el lanzamiento de uno de los libros
de Harry Potter a las furibundas críticas del padre contra la guerra de Irak.
Además nos deleitan con una estupenda
selección de canciones en la banda sonora y un magistral empleo de la elipsis: los
saltos en el tiempo con los cambios físicos de los protagonistas son
increíbles.
Somos
tiempo. Apenas nada más. El tiempo que irremediablemente pasa y que nos hace
conscientes de nuestra mortalidad. Como hombres y mujeres modernos hemos
intentado expulsar de nuestras vidas a la muerte, pero no hemos conseguido
acabar con la consciencia del tiempo. Una batalla perdida frente a las horas
frente a la vida que, pese a todo, y como diría Virginia Woolf, nadie
sabe por qué amamos tanto.
Este
interesante experimento cinematográfico es una bellísima reflexión sobre la
arena que nos va consumiendo y los días que nos van hiriendo de muerte. La
película termina justo en ese momento vital en el que la juventud nos hace
pensar que no existe más que el presente, el "carpe diem" que vive la
joven pareja que protagoniza las escenas finales. Pero ese presente no es más
que un capítulo más que pasa.
Boyhood
no nos habla de grandes episodios ni hazañas, sino precisamente de esas
pequeñas cosas que forjan nuestra memoria, que acaban configurando el hombre o
la mujer que somos, las que permanecen cuando uno echa la vista atrás. Como
esas fotografías del álbum familiar que podrían ser perfectamente
intercambiables con la de otro individuo. En esa apuesta por retratar cómo
afecta el paso del tiempo a lo cotidiano, reside la belleza de esta película.
La solidez de una historia que nos recuerda cómo el cine, el buen cine, nos
habla insistentemente de la vida, y de nosotros mismos. Imprescindible.
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